Analizando críticamente nuestras luchas
Las luchas que estamos viendo y protagonizando están llenas de contradicciones y desbordes. Son contradictorias porque por un lado son protestas que se hacen en base a reclamos reivindicativos salariales, pero por otro parecen estar expresando algo más.
Ese algo más, apenas delineado, tiene que ver con un hartazgo, con expresar un repudio a como vivimos. No es nítido, no dura mucho, pero aparece cada tanto como un relámpago antes de desvanecerse nuevamente entre las protestas más tradicionales e institucionalizadas.
Ese algo más se manifiesta en desbordes sobre estas protestas institucionalizadas, expresando una inadecuación o directamente un rechazo a estas formas de protesta “oficiales” de partidos políticos y sindicatos.
Lo desbordante desparrama los objetivos puntuales de las protestas hacia algo más difuso, pero a su vez más amplio y potencialmente más profundo.
Las formas que encauzan las protestas dentro de lo reivindicativo son formas fetichistas, fetichizantes.
Por ejemplo, las convocatorias de los sindicatos a concentrar en actos con la intención de encauzar las protestas cuando estas comienzan a crecer amenazando “salirse del cauce sindical”, o cuando llaman a concentraciones en Lujan como a fines de 2018. Son estas, formas fetichizantes del sindicalismo procurando que las luchas no desborden su poder sobre la organización del trabajo y su mediación con el capital. Hay una función de control social que cumplen los sindicatos; en realidad es su rol dentro de las relaciones sociales capitalistas, su fin en última instancia.
Algo parecido ocurre con los partidos políticos de izquierda con sus convocatorias a marchas y sus intervenciones mediante discursos en programas de tv invocando la “la unión de los trabajadores” y el “plan de lucha”. Estas también son formas de encuadramiento de las protestas y descontentos dentro lo estatal, en este caso a través de los partidos de izquierda como representantes parlamentarios dentro del estado capitalista. Nos convocan a organizarnos dentro del Estado, ahora desde la izquierda, para aplicar el “plan económico alternativo”, la “política correcta de izquierda”.
Los desbordes, entonces, son sobre o contra esas formas fetichistas. El fetichismo es como una espesa capa de niebla que vela nuestra visión sobre las luchas, sobre lo que hacemos y sentimos.
Y sobre eso queremos hablar e intentar analizar críticamente en esta publicación de “Nuestra mirada”; sobre el fetichismo, que en realidad no es algo estático sino un movimiento de fetichización que a su vez neutraliza los desbordes y los vuelve a institucionalizar. Pero como decíamos, ante estas formas fetichizantes, comienzan a aparecer rasgos de un movimiento antagónico, de anti-fetichización, que por momentos desborda el fetichismo. Este antagonismo dialéctico es la lucha de clases más profunda.
Si pretendemos que nuestras rebeldías tengan alguna efectividad, que sean anticapitalistas, entonces debemos orientarlas como luchas anti-fetichistas. Debemos romper con la niebla fetichista y descubrir que el problema no es que los salarios sean mejores o peores, sino que el problema es que estamos obligados a trabajar por un salario; que no podemos autodeterminarnos como personas libres si no rompemos con nuestra condición de trabajadores.
Romper con la idea de que desde el Estado capitalista se puede cambiar el mundo (como lo siguen proponiendo la izquierda y los sindicatos), es romper con una parte importante del fetichismo.
Una autocrítica que no debemos dejar de lado es que, nuestra mirada no debe ser estadocéntrica y debe primero dirigirse hacia abajo para identificar las resistencias que se mueven en un plano distinto a la llamada “la coyuntura política” del arriba. Sólo así podemos ver los desbordes, ya que desde el arriba se nos hacen invisibles. Y ese otro plano es el que tenemos que ver/crear, es el plano de lo resistente/rebelde como dice el sub-Moisés.
La fetichización de la vida
Decíamos que el fetichismo nos oculta la esencia de las cosas. Nos hace ver como natural el hecho de que debamos vender nuestra energía vital, nuestras capacidades de hacer, como fuerza de trabajo para los capitalistas. Lo que queda oculto es que el ser humano podría asociarse colectiva y libremente para organizar su vida y satisfacer sus necesidades, en lugar de que la organización esté basada en la explotación y la enajenación del hacer (o del trabajo útil o concreto a decir de Marx) de unos por otros. (1)
¿Cómo ocurre esto?: El proceso de abstracción de nuestro trabajo, la alienación generada sobre nosotros va subordinando la actividad social a la lógica del valor. Así la sociedad se va constituyendo como una sociedad enajenada. Pero como esta coerción no es vista como tal ya que no es una coerción directa (como si lo era en la sociedad esclavista o en la feudal), como el fetichismo de la mercancía nos hace creer que los objetos que generamos mediante el trabajo no tienen nada que ver con nosotros, y como también nos hace creer que tenemos la libertad de elegir trabajar como queramos, entonces la coerción es naturalizada y no podemos imaginar como posible lo que debería ser realmente natural: la asociación libre entre los seres humanos para producir según sus necesidades, y capacidades creativas.
Es por eso que el movimiento de fetichización funciona como cohesión social en el capitalismo, y es por eso que tenemos que despejarnos de esa niebla para poder pensar críticamente y en sentido anticapitalista.
Partiendo entonces del fetichismo sobre nuestro trabajo, partiendo de la abstracción de nuestro hacer y de su transformación en trabajo asalariado, empezamos a fetichizarnos tomando esta coerción como natural.
En este proceso, la actividad humana se va cosificando, las relaciones humanas se van mercantilizando. A medida que los trabajadores nos vamos cosificando, las mismas relaciones sociales capitalistas les dan vida a las cosas, a la mercancía que produjimos, mediante la abstracción de nuestro trabajo. La vida queda del lado de las cosas y los seres humanos nos cosificamos, nos animalizamos. (2)
La felicidad también está fetichizada; el consumo se nos aparece como medida de felicidad, de sentirnos relacionados socialmente. En lugar de disfrutar la vida nos la consumimos. Ya habíamos comenzado por consumir nuestra vitalidad, nuestra fuerza de trabajo, en el “intercambio” con el capitalista (energía humana para producir valor y plusvalor, a cambio de un salario). El nivel de consumo entonces, fetichismo mediante, nos da una medida de la felicidad y nos da también un marco de pertenencia social. Consumimos alimentos, en lugar de comer según nuestras necesidades vitales
. El mercado (ese gigantesco almacén de mercancías) contribuye a ese espejismo del consumo: las mercancías le aparecen al consumidor como “ajenas” al trabajo humano (es decir, a su explotación); y una de las consecuencias “prácticas” es darle al consumidor (siempre individualizado) la opción de “rebelarse” eligiendo uno u otro mercado, uno u otro consumo, o negándose a un consumo específico. ¿No se quiere consumir comida chatarra? No problema, los productos alimenticios orgánicos también están a la venta, y a un precio más elevado. ¿No consume conocidos refrescos de cola porque son dañinos a la salud? No problema, el agua embotellada es comercializada por la misma empresa. ¿No quiere consumir en las grandes cadenas de supermercados? No problema, la misma empresa le surte a la tiendita de la esquina. Y así. (“Convocatoria del EZLN a quienes se rebelan y resisten en todos los rincones del mundo. Palabras del sub Moisés y el sub Galeano en la clausura del encuentro de redes de apoyo al CIG y su vocera, en el Caracol de Morelia, Chiapas, el 5 de agosto de 2018”)
Finalmente consumimos también el tiempo. En el capitalismo el tiempo, es el tiempo del trabajo, del proceso de trabajo. Consumimos también nuestros “tiempos libres”. El tiempo del placer o del ocio son “pérdida de tiempo”, o “tiempo improductivo” dentro del sistema del trabajo abstracto.
Es necesario entonces, señalar esta ideología del consumo, como un adormecedor de la capacidad de rebelarse, como el moderno “opio de los pueblos”.
¿Resistencias anticapitalistas?
Un debate todavía vigente entre los autónomos, los anticapitalistas, comunizantes, o como más nos guste llamarnos, es cómo participar de las luchas de una forma más efectiva. Cómo participar sin “perdernos” de lleno en lo reivindicativo, y a su vez no “quedarnos fuera” de las luchas.
Aquí retomamos lo desbordante que señalábamos al principio como un aspecto que viene surgiendo en los últimos tiempos. Porque dentro y alrededor de estas luchas están apareciendo cada vez más esos desbordes que, además, no siempre ni necesariamente son generados por anticapitalistas convencidos o conscientes.
Ejemplos de estos desbordes hay varios: Al interior de las luchas docentes de los últimos años y en el entorno barrial de las mismas; los desbordes espontáneos en los cacerolazos que se dieron a fines de 2017 la misma noche en que una multitudinaria marcha repudió la aprobación de la “ley de reforma previsional”; los desbordes en las propias marchas del movimiento de las mujeres, donde existe una tensión constante entre las que forman parte de estructuras generadas por el patriarcado y otros grupos de mujeres que están en un proceso de ruptura con esas lógicas y de creación de otras desde la visión de lo femenino.
En las notas de la presente publicación del Semillero de Experiencias Autónomas Anticapitalistas, se comentan y analizan distintos ejemplos de estas situaciones.
Esa es entonces la lucha que nos interesa, la que desborda las viejas formas institucionalizantes. Es cierto que ambas están mezcladas, y eso es justamente porque no existe un sujeto puro que resiste, sino un sujeto antagónico.
Está claro que nada de esto es fácil (así como está claro que los caminos que vamos generando están llenos de incertidumbres), pero insistimos en que se están creando y pensando cosas desde lo desbordante. Creaciones o recreaciones que se están dando en distintos conflictos, como las adaptaciones de las formas asamblearias surgidas en el movimiento de resistencia que generó el estallido del 2001, en oposición a las formas verticalistas dentro de la misma protesta. Y si de creaciones hablamos tal vez lo más importante que surge en los últimos tiempos son los movimientos de mujeres que, por sobre las contradicciones que obviamente también conllevan, cruzan todas las resistencias con una radicalidad propia de su lucha por liberarse de lo patriarcal, que es parte fundamental del capitalismo.
Podríamos decir entonces, que simplemente hay atisbos de un pensamiento de ruptura con la idea estado-céntrica en las resistencias. Tanteos de otras políticas.
(1) Como creador de valores de uso, como trabajo útil, el trabajo es, independientemente de todas las formaciones sociales, condición de la existencia humana, necesidad natural y eterna de mediar el metabolismo que se da entre el hombre y la naturaleza, y, por consiguiente, de mediar la vida humana. (Karl Marx, El Capital: Libro Primero “Dualidad del trabajo representado en las mercancías”)
(2) Se llega, pues, al resultado de que el hombre (el trabajador) solo siente que actúa libremente en sus funciones animales -comer, beber y procrear; a lo sumo, en la vivienda y el adorno, etc.-, y en sus funciones humanas solo se siente un animal. Lo animal se convierte en lo humano, y lo humano en lo animal. Comer, beber y procrear, etc., son también, sin duda, actividades auténticamente humanas. Pero, en la abstracción que las separa del ámbito restante de la actividad humana, y que las convierte en fines últimos y únicos, son actividades animales. (El trabajo alienado. Manuscritos económico-filosóficos de 1844 Karl Marx)
Reflexiones sobre nuestra participación en el conflicto docente durante 2017/2018
Lo que vimos y vivimos en este paro docente, nos anima a sacar nuevas y viejas conclusiones e ideas relacionadas a las preguntas que nos surgen en cada conflicto laboral, preguntas sobre las formas de intervención y participación en los mismos desde nuestras convicciones.
La pulseada por mejoras salariales y mejores condiciones de trabajo que se dan en los conflictos laborales, la conjunción en la lucha que se da dentro de este marco ente las personas que intervienen de una u otra manera, genera también un relacionamiento que permite cuestionar y romper en parte con la alienación diaria que el capitalismo impone a través del trabajo.
Sin embargo, al mismo tiempo, el conflicto laboral (nos) impone también límites a esta potencialidad social. Los límites tienen que ver directamente con los objetivos mismos de lo sindical que, para ser cumplidos, y “ganar la huelga”, necesitan canalizar las energías en lo reivindicativo. Esto último lo volvimos a vivir en el conflicto docente; No obstante, estamos viendo que esos límites no se están dando tan férreamente como en otros tiempos.
Este conflicto docente nos está dando la posibilidad de “abrir el juego” y traspasar el ámbito estrictamente laboral/sindical. Hasta cierto punto, como relatamos en el encuentro del último semillero, se pudo enlazar lo “escolar”, con lo barrial, y con las relaciones de amistad que hay entre padres de alumnos, docentes, los mismos chicos e inclusive personas no relacionadas directamente con las escuelas (vecinos, comerciantes de la zona, etc.). Esta conjunción se dio más allá de las diferencias ideológicas que puedan haber (y hay).
Como también comentamos en el último encuentro, en una de las asambleas que se realizaron en la calle, afuera de la escuela, una persona que no se autodefine anticapitalista nos dijo: “más allá de lo que pensamos cada uno, lo que tenemos que hacer para cambiar las cosas de raíz, ’como quieren ustedes que son anticapitalistas’, es generar comunidad…… pero eso viene después, ahora hay que poner toda la fuerza en el paro y la movilización”. Esta frase, aunque no representa lo que se decía en general en el debate, si creemos que es como un emergente que se dio como resultado de la ebullición que había. Arriesgamos a pensar que es una de las cosas que muchos de alguna forma elaboran pero que no sale a la luz sino en momentos de tensión/apertura.
Pero entonces: ¿que sería generar comunidad desde estos conflictos?
La re-constitución del tejido social, que permanentemente es roto por las relaciones sociales cotidianas capitalistas, no es acaso generar comunidad? Creemos que en parte es eso, aunque tiene que ser eso y mucho más. Pero es un punto de partida…… y desde ahí hay que seguir pensando e intentando….
Hay algo de esta reconstitución del tejido social en los conflictos laborales. ¿Pero esto sólo se puede dar en un conflicto puntual?
De acuerdo a nuestras experiencias pensamos que no, que es algo que se debe y puede generar permanentemente y que se ve reflejado en las prácticas y haceres militantes fuera de lo estrictamente laboral.
Al finalizar un conflicto laboral, ¿cómo se enlaza y articula el entramado de relaciones que se generó (o que salió a la luz), con las militancias que tenemos en “ausencia” de estos conflictos? Una clave para nosotros es poder identificar de qué forma se dan (como se invisibilizan) esas mismas tensiones sociales en lo cotidiano, es decir identificar la existencia del mismo conflicto, pero camuflado en la “normalidad” de las relaciones laborales y sociales…….
Buscar las formas de aprovechar un conflicto laboral para pensar paralelamente entre los diferentes “actores”, como oponerse a la explotación, pero pensando más allá de las reivindicaciones laborales. En el paro docente, como dijimos antes, abrir el conflicto, traspasar las paredes de las aulas, intentando elaborar entre docentes, alumnos, padres, comunidad barrial cómo debería ser la educación, para qué sirve la educación actual, Quiénes participan y cómo ¿Cómo se puede luchar por crear una educación que sirva para elaborar otras relaciones sociales más allá de lo educativo? El sindicato, ¿sirve para estos últimos fines o es un obstáculo?
Pensar el límite, las posibilidades y los obstáculos de cada experiencia es nuestro desafío para ir redefiniendo constantemente nuestra intervención grupal e individual….
Trabajar para nosotros, comunizar nuestro trabajo, hacerlo para visibilizar la lucha desplegada a la vez que contamos lo que queríamos contar, fue una experiencia inédita en la historia de la lucha de Télam.
El hecho tuvo un par de antecedentes durante el paro internacional de mujeres del 8M cuando las compañeras y compañeros a pesar de estar sosteniendo la medida de fuerza decidieron colectivamente contar lo que se vivía en las calles, como forma de no invisibilizar el hecho; así como también se definió "cubrir" el debate, la vigilia y las repercusiones de la ley de aborto en Diputados, a pesar de que en la agencia sosteníamos un paro por el despido de dos periodistas. El sentido de pensar estas formas no convencionales de lucha tuvieron que ver con una respuesta coyuntural a la presión por parte de la patronal de no cubrir, o reducir al mínimo la cobertura de estas temáticas; el paro, entonces, reforzaba nuestro silencio.
Antes del conflicto por 357 despidos comunicados a partir del 26 de junio, el uso de redes sociales para difundir la lucha gremial, política y judicial que se libraba mereció la conformación de un colectivo encargado de Facebook, Twitter y la confección de videos e informes que no siempre tuvieron la celosa tutela de la comisión gremial interna. Durante una asamblea de aquellos días, un compañero del área Audiovisual expresó: “Nunca trabajé tanto, porque nunca había trabajado para nosotros”.
Con algo de ese espíritu y ante el curso que fue tomando el conflicto, decidimos que al llegar a los 100 días de paro y permanencia pacífica, debíamos tratar de retomar nuestro oficio, poner a funcionar el ejercicio de la palabra que se nos cercenó con el brutal ajuste del 40% de la planta de la empresa estatal periodística y publicitaria.
La medida, planteada como un ejercicio excepcional ya que no se trataba de levantar el paro ni de generar una modalidad de trabajo cooperativo o sin patrón, tuvo una recepción dispar en la redacción, algo que se atribuyó al cansancio objetivo generado por la extensión de la disputa y también por cierto temor a sentar las bases de una actividad por fuera de la norma(lidad). También nos pareció un modo válido, efectivo y sencillo de contrastar esa apuesta con la producción dispar, anónima y a distancia que proponía la conducción empresaria con una escasa dotación de empleados disponibles y dispuestos a burlar la decisión colectiva.
Acá vale la aclaración de que si bien hay algunas experiencias comunicacionales cooperativas, entre ellas las de larga tradición como FM La Tribu y otras hijas de la crisis y del cambio de lógica del reparto de pauta oficial como Tiempo Argentino, la dimensión de la estructura de Télam sería inviable sin el sostén económico estatal y que aquellas experiencias como las citadas funcionan para sus trabajadorxs como un ingreso secundario o parcial de su economía de subsistencia.
Aún así, algunxs de nosotrxs decidimos seguir adelante con la iniciativa que contó con el acompañamiento de la comisión gremial interna del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), sostén de la medida de fuerza colectiva, aunque finalmente ningunx de sus integrantes participó activamente de la producción de contenidos.
Las reuniones de armado del sumario y del soporte técnico para su difusión fueron poco nutridas y por ello pasamos de la consigna inicial (100 notas x 100 días) a una más módica producción de un par de notas por sección (Política, Economía, Sociedad, Internacionales, Policiales, Interior, Espectáculos, Deportes, Cultura y Tecnología), con la apoyatura de Fotografía, Audiovisuales e Infografía.
Sin embargo, hubimos quienes elegimos forzar un poco ese paso. Y en el caso de la sección que integro, que es Espectáculos, decidimos extender esa propuesta y ofrecer una crítica teatral, dos entrevistas, un informe acerca del estreno de un documental y el anuncio de una visita internacional de fuste. Digamos que una mini-muestra del tipo de tarea que desarrollamos en jornadas normales y como una respuesta posible a la lógica empresaria que desde el 19 de septiembre montó una redacción paralela y a distancia que genera desde entonces un caudal de noticias de poca monta, dominada por gacetillas, anuncios gubernamentales y declaraciones levantadas de otros medios.
Encargado de coordinar el armado de los textos a publicar, me pareció que mi rol allí era empujar y favorecer la circulación de saberes sin curadurías ni jerarquías pre-establecidas. Y aunque es difícil atribuir el cambio de un panorama un tanto desolador a una producción más copiosa y con mayor cantidad de participantes, lo cierto es que la pulsión por hacer le ganó la partida a la apatía.
Ya en la noche anterior a la publicación de somostelam.com/portal, el volumen había crecido considerablemente. El editor de una de las secciones escribió en el grupo de WhatsApp “nosotros mandamos una sola nota... (No íbamos a mandar una por sección, más algún recuadro?)”, a lo que apenas respondí “nos ganó el entusiasmo” y una compañera sugirió hacer “una remera que diga” esa frase entusiasta. Se les avisó a los más de 300 abonados que regularmente recibían el servicio de la agencia que tendrían libre acceso a todas las notas, al igual que cualquiera que pasara por el portal. Pero el viernes la sede periodística de Télam nos recibió sin servicio de internet ni agua, toda una señal de la opinión empresaria y estatal acerca de esa determinación colectiva de ponernos en acción. Y aunque la página recién estuvo al aire hacia el mediodía del viernes, se registraron 15.000 visitas, todo un suceso para un emprendimiento de estas características.
En la medianoche de una jornada cargada de tensiones, con algunas notas que nunca salieron al aire pero con un volumen de trabajo importante y con valor periodístico, escribí al grupo: “Saludos y felicitaciones. Fue un hacer un tanto abrumador, pero estuvo muy bien. Ya nada será igual”.
Las coberturas y las fotos tuvieron una alta repercusión mediática y con el consiguiente crédito a #Somos Télam, lo que supuso una nueva manera de visibilzar la lucha por las reincorporaciones.
El ímpetu por ese rebote empujó a querer repetir el trabajo, aunque no pudo hacerse de manera inmediata y recién el viernes 19 de octubre tuvo lugar una segunda entrega. Pero ésa fue otra historia...
Con escasa distancia en relación a esa jornada y viviendo los coletazos de las reincorporaciones avaladas por la justicia y de las represalias empresarias que por primera vez en la historia de Télam expresan y asumen su desprecio por lo que la agencia es capaz de generar como medio de comunicación, es difícil mensurar el impacto y los logros de ese gesto.
Pero, a pesar de la corta experiencia desplegada, creemos que haber tomado fugazmente el control de ese aparato de difusión para colocarlo al servicio de una lucha colectiva y de manera grupal sin escalafones ni línea editorial, es una foto posible e inspiradora de una pelea inédita en el gremio de prensa para una redacción que no vaya camino a su cierre.