Trabajar para nosotros, comunizar nuestro trabajo, hacerlo para visibilizar la lucha desplegada a la vez que contamos lo que queríamos contar, fue una experiencia inédita en la historia de la lucha de Télam.

El hecho tuvo un par de antecedentes durante el paro internacional de mujeres del 8M cuando las compañeras y compañeros a pesar de estar sosteniendo la medida de fuerza decidieron colectivamente contar lo que se vivía en las calles, como forma de no invisibilizar el hecho; así como también se definió "cubrir" el debate, la vigilia y las repercusiones de la ley de aborto en Diputados, a pesar de que en la agencia sosteníamos un paro por el despido de dos periodistas. El sentido de pensar estas formas no convencionales de lucha tuvieron que ver con una respuesta coyuntural a la presión por parte de la patronal de no cubrir, o reducir al mínimo la cobertura de estas temáticas; el paro, entonces, reforzaba nuestro silencio.

Antes del conflicto por 357 despidos comunicados a partir del 26 de junio, el uso de redes sociales para difundir la lucha gremial, política y judicial que se libraba mereció la conformación de un colectivo encargado de Facebook, Twitter y la confección de videos e informes que no siempre tuvieron la celosa tutela de la comisión gremial interna. Durante una asamblea de aquellos días, un compañero del área Audiovisual expresó: “Nunca trabajé tanto, porque nunca había trabajado para nosotros”.

Con algo de ese espíritu y ante el curso que fue tomando el conflicto, decidimos que al llegar a los 100 días de paro y permanencia pacífica, debíamos tratar de retomar nuestro oficio, poner a funcionar el ejercicio de la palabra que se nos cercenó con el brutal ajuste del 40% de la planta de la empresa estatal periodística y publicitaria.

La medida, planteada como un ejercicio excepcional ya que no se trataba de levantar el paro ni de generar una modalidad de trabajo cooperativo o sin patrón, tuvo una recepción dispar en la redacción, algo que se atribuyó al cansancio objetivo generado por la extensión de la disputa y también por cierto temor a sentar las bases de una actividad por fuera de la norma(lidad). También nos pareció un modo válido, efectivo y sencillo de contrastar esa apuesta con la producción dispar, anónima y a distancia que proponía la conducción empresaria con una escasa dotación de empleados disponibles y dispuestos a burlar la decisión colectiva.

Acá vale la aclaración de que si bien hay algunas experiencias comunicacionales cooperativas, entre ellas las de larga tradición como FM La Tribu y otras hijas de la crisis y del cambio de lógica del reparto de pauta oficial como Tiempo Argentino, la dimensión de la estructura de Télam sería inviable sin el sostén económico estatal y que aquellas experiencias como las citadas funcionan para sus trabajadorxs como un ingreso secundario o parcial de su economía de subsistencia.

Aún así, algunxs de nosotrxs decidimos seguir adelante con la iniciativa que contó con el acompañamiento de la comisión gremial interna del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), sostén de la medida de fuerza colectiva, aunque finalmente ningunx de sus integrantes participó activamente de la producción de contenidos.

Las reuniones de armado del sumario y del soporte técnico para su difusión fueron poco nutridas y por ello pasamos de la consigna inicial (100 notas x 100 días) a una más módica producción de un par de notas por sección (Política, Economía, Sociedad, Internacionales, Policiales, Interior, Espectáculos, Deportes, Cultura y Tecnología), con la apoyatura de Fotografía, Audiovisuales e Infografía.

Sin embargo, hubimos quienes elegimos forzar un poco ese paso. Y en el caso de la sección que integro, que es Espectáculos, decidimos extender esa propuesta y ofrecer una crítica teatral, dos entrevistas, un informe acerca del estreno de un documental y el anuncio de una visita internacional de fuste. Digamos que una mini-muestra del tipo de tarea que desarrollamos en jornadas normales y como una respuesta posible a la lógica empresaria que desde el 19 de septiembre montó una redacción paralela y a distancia que genera desde entonces un caudal de noticias de poca monta, dominada por gacetillas, anuncios gubernamentales y declaraciones levantadas de otros medios.

Encargado de coordinar el armado de los textos a publicar, me pareció que mi rol allí era empujar y favorecer la circulación de saberes sin curadurías ni jerarquías pre-establecidas. Y aunque es difícil atribuir el cambio de un panorama un tanto desolador a una producción más copiosa y con mayor cantidad de participantes, lo cierto es que la pulsión por hacer le ganó la partida a la apatía.

Ya en la noche anterior a la publicación de somostelam.com/portal, el volumen había crecido considerablemente. El editor de una de las secciones escribió en el grupo de WhatsApp “nosotros mandamos una sola nota... (No íbamos a mandar una por sección, más algún recuadro?)”, a lo que apenas respondí “nos ganó el entusiasmo” y una compañera sugirió hacer “una remera que diga” esa frase entusiasta. Se les avisó a los más de 300 abonados que regularmente recibían el servicio de la agencia que tendrían libre acceso a todas las notas, al igual que cualquiera que pasara por el portal. Pero el viernes la sede periodística de Télam nos recibió sin servicio de internet ni agua, toda una señal de la opinión empresaria y estatal acerca de esa determinación colectiva de ponernos en acción.  Y aunque la página recién estuvo al aire hacia el mediodía del viernes, se registraron 15.000 visitas, todo un suceso para un emprendimiento de estas características.

En la medianoche de una jornada cargada de tensiones, con algunas notas que nunca salieron al aire pero con un volumen de trabajo importante y con valor periodístico, escribí al grupo: “Saludos y felicitaciones. Fue un hacer un tanto abrumador, pero estuvo muy bien. Ya nada será igual”.

Las coberturas y las fotos tuvieron una alta repercusión mediática y con el consiguiente crédito a #Somos Télam, lo que supuso una nueva manera de visibilzar la lucha por las reincorporaciones.

El ímpetu por ese rebote empujó a querer repetir el trabajo, aunque no pudo hacerse de manera inmediata y recién el viernes 19 de octubre tuvo lugar una segunda entrega. Pero ésa fue otra historia...

Con escasa distancia en relación a esa jornada y viviendo los coletazos de las reincorporaciones avaladas por la justicia y de las represalias empresarias que por primera vez en la historia de Télam expresan y asumen su desprecio por lo que la agencia es capaz de generar como medio de comunicación, es difícil mensurar el impacto y los logros de ese gesto.

Pero, a pesar de la corta experiencia desplegada, creemos que haber tomado fugazmente el control de ese aparato de difusión para colocarlo al servicio de una lucha colectiva y de manera grupal sin escalafones ni línea editorial, es una foto posible e inspiradora de una pelea inédita en el gremio de prensa para una redacción que no vaya camino a su cierre.

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